Cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, lanzó la ofensiva militar en Ucrania hace un año, su objetivo era poner fin a una guerra histórica, por el control de sectores “pro-rusos”, que se agudizó en el 2014. Por el contrario, esta injusta decisión, ha dejado a su paso miles de fallecidos, heridos y millones de desplazados.
A principios de 2022, alrededor de 4 millones de jóvenes en Rusia y Ucrania huyeron, para evitar verse involucrados en el derramamiento de sangre, que no discrimina entre niños, mujeres o adultos mayores. Entre ellos también se encontraban estudiantes internacionales, quienes aprovechaban las múltiples becas que ofrecía Moscú. La lucha por sobrevivir opacó su ventana hacia una mejor calidad de vida.
Además de los jóvenes, esta guerra ha tenido un efecto sin precedentes en la vida de millones de mujeres. Como olvidar las explícitas imágenes de una mujer embarazada, mientras era sacada en una camilla con su abdomen abierto, luego de un vil ataque ruso al hospital materno de Mariúpol. Su historia fue divulgada en los medios de comunicación, y así como nos alegramos por el nacimiento sin mayores complicaciones de este ser inocente, nos embargó la tristeza al conocer que ese infante murió días después, y su joven madre falleció a los días por lo que algunos médicos calificaron como “tristeza”.
Es imperdonable dejar por fuera a aquellas mujeres que perdieron a sus hijos, porque se unieron a las fuerzas ucranianas, sin preparación militar alguna, pero con la esperanza de salvar a un pueblo condenado a morir por la codicia de un gobernante. Es importante hacer énfasis en este punto, pues a pesar que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha conseguido el apoyo de algunas potencias mundiales, los principales países fabricantes de armamento bélico como China e India han mantenido su apoyo a Rusia.
Según cifras oficiales de Naciones Unidas, la ofensiva en Ucrania ha dejado más de 20,000 víctimas civiles, pero sus efectos han calado en la vida de millones de personas alrededor del mundo. Rusia mantiene control de los principales gasoductos de Europa y al verse impactada por sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos, se detuvo la exportación de petróleo y por ende, se generó un incremento global en los precios de alimentos, gasolina y productos agroquímicos, los cuales desencadenaron luchas sociales en naciones muy lejos de este conflicto.
Al mismo tiempo, Ucrania era uno de los mayores exportadores de trigo. Las fuerzas rusas tomaron control de los principales puertos ucranianos en el Mar Negro, evitando la salida de contenedores con este cereal y poniendo en riesgo la seguridad alimentaria internacional. Esto, terminó por aumentar directamente la hambruna que ya padecían algunas comunidades en el Cuerno de África, como Etiopía.
Hace unas semanas, la cadena internacional CNN, reveló la tendencia de mujeres rusas, quienes al entrar en gravidez decidieron dejar el país y dirigirse hasta naciones como Argentina, para poder dar a luz en paz y ofrecer a sus hijos la oportunidad de crecer sin el sonido de las bombas.
La juventud ha tenido un papel fundamental en el conflicto. A través de redes sociales como Tik Tok, los jóvenes ucranianos han contribuido a combatir la desinformación del régimen ruso y mostrar la realidad que enfrentan, al ser víctimas de cortes de electricidad en pleno invierno y la escasez de productos de primera necesidad.
Sin embargo, los intentos de una tregua entre las dos naciones, han sido manejados por líderes de las potencias económicas mundiales, quienes con hermetismo, han dejado afuera a este importante sector, para evitar las repercusiones que podría traer una ruptura en las relaciones bilaterales con Rusia.
Más allá de donaciones multimillonarias para ayuda humanitaria o la compra de armas, es necesario escuchar a los jóvenes, quienes con su valentía e ideas innovadoras, pueden ser claves en los procesos de construcción de paz para Ucrania. Termino este relato con una cita de la primatóloga Jane Goodall, quien en su propia lucha, ha sabido reconocer el liderazgo de las nuevas generaciones. “Los jóvenes son el futuro porque entienden los problemas del planeta y se sienten empoderados para cambiar el curso de la historia”.