Las elecciones presidenciales previstas tentativamente para el año 2024 en Venezuela, se perfilan como un momento crucial para el futuro del país. En medio de un panorama complejo, donde la división en la oposición y la situación económica siguen siendo temas de preocupación, es importante analizar a detalle los desafíos de cara a estos comicios.
Donde no hay unidad no hay poder
La oposición venezolana enfrenta la enorme tarea de recomponerse y lograr la unidad interna. La reciente eliminación del gobierno interino de Juan Guaidó, respaldado por Washington, ha sido una causal más para discordia entre los «líderes opositores». A esto se suma su posible y casi inminente exilio en Miami, luego de una cuestionable actuación, bajo la pretensión de amenazas a su persona y círculo familiar, que lo llevaron a este país. Luego de vivir más de 10 años en el poder de un dictador que ha demostrado poco importarle el bienestar de su pueblo, resulta un tanto irrisorio pensar que tal mandatario escribirá cómodamente en su escritorio, una misiva donde promete asegurarte la vida y además brindarte todas las condiciones para cambiar el país, con el objetivo de garantizar tu regreso.
La falta de un líder con firmeza y estrategia común podría debilitar la capacidad de la oposición, de presentar una alternativa sólida al gobierno actual. Es crucial que los partidos políticos trabajen en conjunto para construir una plataforma unificada, que atraiga tanto a los seguidores tradicionales, como a aquellos independientes que buscan un cambio en el país. La reconfiguración de la oposición requerirá tiempo, diálogo y compromiso para lograr la cohesión necesaria para no ver una vez más, otro proceso electoral marcado por irregularidades y denuncias de injusticias que se olvidan al pasar la página.
Amor propio o desinterés colectivo
La diáspora venezolana, compuesta por más de 7 millones de personas que han emigrado en los últimos años, juega un papel significativo en el proceso electoral. Aunque enfrentan dificultades para participar desde el extranjero, su voz y movilización podría tener un impacto considerable en la opinión pública y la presión internacional sobre el gobierno venezolano. Estos migrantes fueron testigos de la crisis en el país y han experimentado de primera mano, las consecuencias de la poca libertad. Desde el exterior, pueden abogar por cambios políticos y trabajar en redes de apoyo para promover una transición democrática en Venezuela.
Esto en teoría suena como una varita mágica que podría llevar a una solución. Sin embargo, en la práctica no se genera esa fuerza política, por el fenómeno que atrapa a miles de exiliados o emigrantes de otros regímenes, que es el desinterés colectivo. El ser humano por naturaleza está en búsqueda constante de la tranquilidad, y hasta cierto punto, de paz mental. Si bien, estar en un país afectado, por guerra, hambruna, totalitarismo, etc. puede ser preocupante, aquellos que tienen la capacidad de irse, ven estas necesidades resueltas en la nación que así se los presente. Por tanto, la lucha se vuelve silente y aparece solamente cuando algún suceso logra acaparar la atención de los medios. El deseo de libertad queda convertido en un anhelo lejano, de esas metas que siempre quisimos alcanzar, pero sabemos que quizás nunca sucedan. Tal vez, porque no estuvimos dispuestos a darlo todo para lograrlo.
La comunidad internacional y su fachada amiga
La postura de Estados Unidos, Rusia, China y otros países latinoamericanos como Colombia, que se ha convertido en mediador de la nación suramericana, tendrán influencia en el desarrollo de los comicios y en la legitimidad del proceso electoral. Estas potencias con intereses políticos, económicos y geopolíticos en Venezuela, pueden alterar posturas colectivas frente a los candidatos y las coaliciones políticas. Asimismo, los organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas, tienen la responsabilidad de monitorear y respaldar la integridad del proceso electoral.
Vida en medio de crisis económica
Uno de los aspectos fundamentales que los venezolanos esperan que cambie con las elecciones del 2024, es la crisis económica que ha afectado profundamente al país en los últimos años. La hiperinflación, que se ha situado arriba del 400%, la escasez de alimentos, medicinas, y servicios básicos son problemas que requieren atención inmediata.
Los candidatos y las coaliciones políticas deben presentar propuestas viables para abordar estos desafíos, ofreciendo planes económicos sólidos, programas de asistencia social, medidas que atraigan las inversiones y estimulen la producción nacional. La capacidad de los candidatos de presentar soluciones reales y creíbles será determinante para ganar la confianza de la ciudadanía y obtener su apoyo en las urnas. Pero nuevamente, esto sólo puede cumplirse si se genera un proceso electoral transparente.
La cruda realidad
Venezuela sigue siendo una potencia petrolera y mientras una gran parte de la nación enfrenta las problemáticas enumeradas anteriormente, se ha visto un resurgimiento de lo que algunos llaman el lado «rico» de Venezuela. Allá donde los rusos se van de vacaciones, ese lugar donde los centros comerciales tienen las mejores marcas, donde se camina y no se siente la inseguridad. Donde se sale de rumba y se degusta una cena de diseñador y todo se paga con el billete verde. Si bien 7 millones se han ido, hay los que supieron manejar su poder económico para mantenerse estables; mientras otros luchan con la devaluación de la moneda local, que no da ni para comprarse un hot dog.
Las todavía no-definidas elecciones del 2024 pueden tener un papel determinante en la salida a la crisis, pero depende de la sociedad misma y la llamada diáspora llegar a un acuerdo sobre lo que se quiere para el país, si es el regreso a la democracia o simplemente enterrar una decisión colectiva que llevó al declive de una nación que llegó a ser potencia económica hace muchos años. La historia misma ha demostrado que a los grandes cambios, no se llega con soluciones pacíficas.